Casi todos los automovilistas (por el momento se salvan quienes usan automóviles eléctricos, atados a sus enchufes) estamos obligados, con más o menos frecuencia, a acudir a una estación de servicio a repostar nuestro coche, todo en función del tamaño de nuestro depósito, lo que gaste el vehículo y los kilómetros que hagamos con él.
Lo normal es encontrar en el surtidor de las gasolineras al menos, cuatro propuestas de carburantes: dos “pistolas”para la gasolina al lado de otras tantas para el gasóleo, de modo que cada cual pueda elegir entre la pareja de combustibles con la que funciona el motor de su coche.
Los premium, hasta casi un 9 por ciento más caros
Entre unos y otros gasolinas y gasóleos, entre los que pueden considerarse premium y los que no lo son, la diferencia más evidente, la que no se le escapa a nadie (aunque no siempre puede comprobarse de un vistazo) es la del precio. Por supuesto, varía de unas a otras estaciones de servicio el diferencial de precio que puede haber entre cada pareja de combustibles. Por ejemplo, en las tres gasolineras más próximas a mi domicilio, y hace apenas unas horas, he podido observar que la gasolina “barata” estaba a 1,329 euros el litro en todas ellas, mientras que la “cara” estaba a 1,433, 1,447 y 1,456, es decir, a un 7,3 por ciento más costosa, un 8,2 y un 8,7 respectivamente.
En el gasóleo también había coincidencia entre las tres estaciones (está claro qué pasa cuando la competencia está al otro lado de la calle o en la siguiente manzana): 1,269 euros el litro para todas. La discrepancia estaba en el precio del gasóleo “premium”, el menos asequible de los dos, 1,326, 1,330 y 1,339 euros el litro, por tanto, variando entre un 4,3 y un 5,2 por ciento.
Quien valore mucho el modo en el que gasta su dinero, o sea, la inmensa mayoría de quienes seguro que estáis leyendo estas líneas, es muy probable que optase por el combustible más económico frente al más costoso. Es decir, esa gasolina que llega a costar hasta un 8,7 por ciento menos que la que lleva el marchamo de “premium” o el gasóleo que supone un ahorro de un 5,2 por ciento. Sin embargo, ¿es esa la mejor elección posible a la larga?
Que tiene cada gota de carburante
Responder esta pregunta (si quieres el camino más rápido, ahí tienes el párrafo final) exige preguntarse qué obtenemos a cambio de nuestro dinero. Es decir, qué hay en cada litro de combustible que repostamos.
Si empezamos por las gasolinas, hay algunas pistas más dilucidadoras que en el caso del gasóleo ya en los mismos nombres del producto: no es infrecuente que la gasolina más asequible lleve también el apellido 95, en tanto que la cara lleva el de 98.
Como puede haber quien no sepa que quiere decir realmente ese número, lo explicamos: es el octanaje de cada uno de los combustibles, la menor o mayor resistencia a la detonación, al autoencendido. Esto no es otra cosa que la inflamación de la mezcla de combustible y aire que hay en la cámara de combustión antes de que la bujía haya producido la chispa para su explosión. Por tanto, antes de tiempo.
Vale, dirás, pero ¿y es bueno o malo para mi coche que sea uno u otro, porque si es más alto, menos probabilidades tendré de que se produzca esa inflamación a destiempo? Pues lo cierto es que, en la mayoría de los coches, resulta irrelevante repostar gasolina con uníndice de octano 95 o 98; y sólo aquellos en los que es expresamente demandado por el fabricante (basta fijarse en lo que pone en la portilla del tapón de combustible para salir de dudas), puede ser imprescindible optar por la de 98. Generalmente ocurre en coches con motores “apretados” o de alta cilindrada.
Además, te adelantamos una cosa. Las gasolinas que se expenden en una estación de servicio cumplen con unas especificaciones (EN 228), que hacen que el octanaje mínimo de las que se sirven sea 95. Así las cosas, el paso por los laboratorios de los combustibles ha dejado claro en otras ocasiones (y así incluso nos lo confirma Repsol), que tanto la de 95 como la de 98 aportan un índice real al nominal que suele ser superior.
La diferencia podría ser especialmente mayor en el caso de la de menor octanaje, que no es infrecuente que alcance hasta un índice de octano de 97. Una especie de bola extra, sin duda, si optas por la gasolina más barata, en tanto que si tu coche necesita la de 98, quizá sea una buena excusa para usar también la más económica, pues la diferencia real de octanaje no es tal (no hay que olvidar que los motores modernos tienen sensores de picado que ajustan el encendido a la calidad del carburante, evitando daños al motor, aunque sea, en un caso extremo, sacrificando la potencia) y tu bolsillo puede agradecértelo:en el lleno de un depósito de tamaño medio, pongamos 50 litros, hasta algo más de seis euros.
Lo que comparten las petroleras y la Coca-Cola
Sin embargo, hay algo más que la diferencia que marca el octanaje entre unos y otras gasolinas. Es, justamente, algo que cada marca guarda en secreto, como si se tratase de su propia fórmula de la Coca-Cola. Se trata de los aditivos y la proporción de los mismosque se introducen en las cubas de combustible de los camiones, justo antes de que estos salgan de la bases logísticas. Hasta allí, el carburante viene a ser igual para cualquiera que sea la compañía petrolera que te lo venderá, pero es en ese momento en el que la gasolina que te venden en la estación de servicio de Repsol, Campsa o Petronor, es distinto al que te sirven en la de Cepsa, BP o cualquier otra, incluso esa que no está abanderada por ninguna gran empresa del sector.
Cada petrolera añadirá distintos componentes a los carburantes. Unos están dirigidos a ajustarse a la normativa, por ejemplo, la de octanaje; pero otros, comunes a las de 95 y 98, a dotarlos de propiedades extra, que no suelen especificarse siempre, para mejorar su calidad. Repsol, por ejemplo, que es la mayor empresa por volumen de litros vendidos en nuestro país y número de gasolineras, no nos da datos sobre qué tipo de aditivos añade, pero sí confirma que son patentes propias basadas en acuerdos de exclusividad con los principales fabricantes de este tipo de componentes. Lo normal es que persigan, entre otros fines, mantener limpias las válvulas de admisión o prevenir la generación de residuos en la cámara de combustión, proteger del contacto con el agua (incluso de esa que se almacena en el depósito de la gasolinera, donde suele llegar por filtración del subsuelo), etc.
Como los aditivos han de ser comunes, a la vista de esto sigue estando claro que si optas por la gasolina de 98 cuando tu coche sólo precisa por la de 95, lo que ocurrirá es que estarás tirando el dinero en la creencia de que proporcionas a su motor un combustible mejor.
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